viernes, 21 de octubre de 2011

LA LUCHA POR EL BIENESTAR SOCIAL Y EL PODER

LA LUCHA POR EL BIENESTAR SOCIAL Y EL PODER
I.              ¿Quiénes somos?  

Las personas, grupos sociales y la sociedad en su conjunto somos y seguimos siendo resultantes de un conjunto de procesos culturales de desarrollo, histórico sociales, cada vez superando mejores niveles de desarrollo, desde tiempos primitivos  hasta la actualidad en que se va estableciendo distintos tipos de modos de vida o repúblicas, o es que también somos protagonistas  o coparticipes de desarrollos y transformaciones que los hombres y mujeres realizan. Modos de vida en que los individuos, grupos sociales, etnias, naciones y una diversidad de configuraciones sociales establecen relaciones de cooperación o relaciones de lucha con la naturaleza y entre si. Esta continua lucha por lograr el bienestar se manifiesta en las contradicciones y lucha por el poder en el aspecto económico, político, social y cultural.

En este transcurso de desarrollo surge la informalidad, la violencia y la búsqueda de gobernabilidad como un común denominador en todos los momentos, que aun queda por resolver como una eterna constante que persigue como una sombra al desarrollo social, como algo inherente a todo proceso de cambio.

 La informalidad, comúnmente es restringida a lo económico, no es otra cosa que el reflejo de un proceso social más  general, por el cual se informaliza  la sociedad, pero la informalidad  traspasa hasta el terreno político.

La violencia, es madre de la vida; el nacimiento de un nuevo ser un hecho extremadamente violento como el rompimiento de una semilla para germinar una nueva planta, el alumbramiento de un nuevo ser humano también es un hecho sangriento comparado solo al dolor que causa una batalla por la sobrevivencia; como la presencia de conflictos, siempre serán inevitables para mover la historia. Gobernabilidad, de igual manera La democracia es un tema de importancia fundamental para la gobernabilidad porque asegura la existencia y el funcionamiento de la misma gobernabilidad; es decir, sin democracia no hay posibilidades de que funcione la gobernabilidad o lo que es lo mismo, la democracia es la base de la gobernabilidad. Sin embargo, los procesos democráticos en nuestro país se encuentran cada vez más restringidos o limitados. Los valores y conductas que en principio sustentan la democracia se encuentran debilitados.
  
II.              Informalidad, interculturalidad y desarrollo.
El concepto de informalidad, restringido habitualmente a lo económico, tiene también una expresión más amplia en la política, fenómeno que es particularmente importante. La informalidad se refleja en el desarrollo de determinadas acciones colectivas paralelas a los parámetros institucionales por ejemplo los movimientos populares, protagonistas de informalidad, tienen que confrontar la violencia tanto en las relaciones de los ciudadanos con el Estado, como en las esferas de lo público y lo privado. Para superar esta situación, deben impulsar el afianzamiento de un espacio no violento de confrontaciones políticas, de modo que las relaciones Estado-ciudadanos no involucren la coacción y propicien la acción estatal en beneficio de las comunidades, buscando que los problemas públicos y privados tengan esferas comunes, civilizadas y pacificas, de expresión y solución.

La informalidad política se expresa principalmente en las relaciones sociales por las cuales los individuos tratan de incidir directamente en la acción de los aparatos del Estado. Así como en la informalidad económica hay la búsqueda de mecanismos alternativos para la supervivencia personal o familiar, en la política hay el desarrollo de opciones para presionar y obtener del Estado beneficios que de otra manera no se obtendrían.

Las relaciones entre las instituciones del Estado y los ciudadanos, especialmente  a aquellas en que se materializan las posibilidades de incidencia de éstos sobre aquél, se canalizan prioritariamente a través de los partidos políticos, y de allí que la informalidad política debe verse a partir de esa tríada Estado-Partido-Ciudadano.

Igual que el salario define y preside la formalidad económica, el partido encarna la formalidad política.

Los partidos establecen para sus afiliados y seguidores obligaciones específicas y les proporcionan recompensas acordes con sus esfuerzos y resultados.
Un problema que puede afrontar un partido es, en este sentido, la discrepancia entre su capacidad de proveer recursos y prebendas para los electores y su eficacia ideológica. En otras palabras, la capacidad redistributiva puede sustituir la eficiencia ideológica, lo que es propio de los partidos tradicionales.

III.              Violencia, interculturalidad y desarrollo
El hombre, desde el instante en que levantó una piedra y la arrojó contra su adversario, utilizó un arma de defensa y sobrevivencia muchísimo antes de que el primer trozo de sílex hubiese sido convertido en punta de lanza. “Una ojeada a la Historia de la Humanidad nos muestra una serie ininterrumpida de conflictos entre una comunidad y otra u otras, entre conglomerados mayores o menores; conflictos que casi invariablemente fueron decididos por el cotejo bélico de las respectivas fuerzas.

Al principio, en la pequeña horda humana, la mayor fuerza muscular era la que decidía a quién debía pertenecer alguna cosa o la voluntad de qué debía llevarse a cabo. Al poco tiempo la fuerza muscular fue reforzada y sustituida por el empleo de herramientas: triunfó aquél que poseía las mejores armas o que sabía emplearlas con mayor habilidad. Con la adopción de las armas, la superioridad intelectual ya comienza a ocupar la plaza de la fuerza muscular bruta, pero el objetivo final de la lucha sigue siendo el mismo: por el daño que se le inflige o por la aniquilación de sus fuerzas, una de las partes contendientes ha de ser obligada a abandonar sus pretensiones o su oposición (Freud, S., 1972).

Además, consideran que existe una violencia reaccionaria, que usa la clase dominante para defender sus privilegios, y otra violencia revolucionaria, que tiende a destruir el aparato burocrático-militar de la clase dominante y socializar los medios de producción. La violencia política que caracterizó a los regímenes autoritarios y los conflictos armados presentes en América Latina en las décadas de los setenta y los ochenta ha dado paso a nuevos tipos de violencia social. Entre sus principales causas se encuentra la creciente exclusión social y la marginalidad urbana que caracteriza a las sociedades latinoamericanas. Los vacíos locales de poder del Estado despejan el camino para los actores armados privados e informales, generalmente asociados al narcotráfico y otras actividades ilícitas, que ocuparán el lugar de la policía y la justicia, transformando los barrios pobres y marginados en contornos de desintegración, dominio de criminales, del terror y el miedo. Este fenómeno de la exclusión con violencia compartida por las masas de los pobres urbanos contribuye a la destrucción de los fundamentos morales del orden democrático y los perímetros de la ciudadanía, y se convierte en una de las amenazas más graves a la consolidación democrática de la región.

IV.              Gobernabilidad, interculturalidad y desarrollo
La  gobernabilidad democrática examina en qué forma las instituciones y reglas del juego contribuyen positiva o negativamente al desarrollo del país, este análisis determina la idea de un criterio clave para determinar el nivel de la consolidación democrática en un país que resulta de una adecuación razonablemente cercana entre reglas formales y comportamientos y prácticas de los actores.
La democracia es un tema de importancia fundamental para la gobernabilidad porque asegura la existencia y el funcionamiento de la misma gobernabilidad.
Es decir, sin democracia no hay posibilidades de que funcione la gobernabilidad o lo que es lo mismo, la democracia es la base de la gobernabilidad.
Sin embargo, los procesos democráticos en el país se encuentran cada vez más restringidos o limitados. Los valores y conductas que en principio sustentan la democracia se encuentran debilitados.
Es importante señalar que la gobernabilidad de la democracia incide en la estabilidad del sistema pero no se confunde con ella. “Se tienen casos donde el sistema democrático es perfectamente gobernable, pero la percepción disonante de las Fuerzas Armadas respecto de algún punto considerado estratégico para ellas, las puede llevar a intervenir de manera sorpresiva, como aconteció con el derrocamiento del presidente Fernando Belaúnde en Perú en 1968”. Un caso paradójico lo constituyó el autogolpe del presidente Fujimori, con el respaldo de las Fuerzas Armadas, que se realizó bajo la justificación de ingobernabilidad provocada por la acción de los movimientos antisistémicos y corrupción en el poder judicial y legislativo.

La estabilidad apunta a la permanencia y proyección del sistema democrático por sobre los cambios de gobierno a que dé lugar la alternancia en el poder, demostrando la capacidad de absorber, canalizar y resolver por medio de los mecanismos institucionales los diversos conflictos sociales que se dan en su interior. Siendo distintos los conceptos de gobernabilidad y estabilidad, entre ellos hay una estrecha relación en cuanto a que el primero se cimentará en el segundo.

V.              Referencias bibliográficas:

-          Jaraquemada Jorge; Identificación de los factores de Gobernabilidad y Estabilidad en los procesos democráticos latinoamericanos", 1991.

-          Cotler Julio, Democracia y desintegración en el Perú, en Democracia y Gobernabilidad en América Latina, Editorial Nueva Sociedad.

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