VALORES EN LA ESCUELA Y DESARROLLO DE LA SOCIEDAD
En los albores del S.XXI, “últimos tiempos”, se han acrecentado los índices de desarrollo por un lado, mientras que por el otro se deja notar también, atraso y subdesarrollo, desde lo económico, cultural, hasta lo mas extremo de lo ideológico y político; tal que, pone sobre el tapete y tela de juicio la función de la escuela y la formación del hombre y sus valores, en la medida en que se polarizan cada vez más las fuerzas sociales y ante las dificultades que afronta el hombre en defensa de la cultura y los valores creados a lo largo de la historia.
El adelanto y desarrollo científico potencia lo mejor del hombre pero también genera problemas que atentan contra si mismo; desde la violencia política hasta la destrucción de su propio hábitat. En este contexto, se estructuran sistemas axiológicos, imponiéndose la lógica del mercado, a pesar de que se apelan a valores humanos universales: justicia, democracia, etc., surgiendo un efecto cultural-axiológico homogenizador, que enmascara su verdadero carácter excluyente.
De ahí, que el problema de los valores sea hoy día un tema recurrente en la prensa, en los foros científicos, en el cine, en los medios intelectuales, etc. Sin embargo, la cuestión radica en que si se habla del hombre y sus valores, necesariamente hay que pensar no sólo en lo logrado, que hay que preservar, sino en lo nuevo que hay que crear, dándole continuidad a esto existente. Y surge la cuestión del sujeto portador de los nuevos valores. Y aparece dibujándose en toda su dimensión un grupo social esencial: la juventud.
El enfoque axiológico de la educación, ya que nos manifiesta el problema en toda su complejidad. Por cuanto la educación desempeña una función catalizadora de las aspiraciones humanas y ha constituido el hilo conductor en el quehacer de diferentes generaciones en cada época histórica.
El proceso de formación de valores se realiza desde presupuestos filosóficos, sociológicos, psicológicos y pedagógicos, los que se erigen en fundamentos científicos imprescindibles para dicho empeño.
En el orden filosófico, nos permite comprender la actividad valorativa como tipo específico de la actividad ideal, su naturaleza, esencia y funciones, así como su relación con la práctica y el conocimiento. Se descubre así mismo, el papel de los fines, en tanto normas e ideales, lo que expresa la intencionalidad y su carácter regulador de la actividad.
En el orden dialectico, se atiende a los principios universales, las leyes fundamentales y categorías que permite aprehender en su esencialidad, los objetos, fenómenos y procesos de la realidad. Desde este enfoque se puede penetrar en la formación de valores en dos sentidos esenciales: carácter de proceso y su integralidad.
En el orden ético, se atiende a la naturaleza y esencia de la moral y al lugar y papel de los valores éticos en el desarrollo individual y social. La Ética profundiza en el carácter contradictorio de la moral y brinda los fundamentos teórico-metodológicos para la formación de valores éticos.
En el orden estético, se tiene en cuenta la especificidad de lo estético al captar y reflejar la naturaleza de la conciencia estética. Así, los sentimientos, gustos, valores e ideales estéticos, reflejan el modo en que se realiza la relación estética del hombre con el mundo, así como el fenómeno estético que surge de esta relación.
Como se entiende el proceso educativo, como un proceso social complejo, condicionado histórico y socialmente, enraizado en la cultura y la historia.
Persigue el desarrollo no sólo de conocimientos, habilidades y hábitos sino de sentimientos y valores. Así, se comprende como principio la esencial relación instrucción - educación.
En el orden sociológico, se atiende a características de los diversos grupos sociales, identificando a la juventud como grupo social heterogéneo, o de los educadores.
En el orden psicológico, se considera, como fundamentos: el significado psicológico de la actividad entendida como proceso en el cual se implica la personalidad, la personalidad como categoría psicológica, la comunicación como categoría psicológica, el proceso de interiorización o subjetivación de valores sociales que expresan tendencias progresivas. La formación de valores, se comprende que dada su naturaleza, toca de cerca un componente esencial del ser humano: la espiritualidad y forma parte de un proceso más amplio la formación de la personalidad. Es por ello que deviene esencia, componente y fin de la educación al mismo tiempo.
Constituye un proceso de suma complejidad y se desarrolla sometido a varias contradicciones. En el intervienen diversos factores que desempeñan una función socializadora.
Los valores se forman a través de caminos, direcciones, canales donde se realiza el proceso de trasmisión y asimilación de valores. Por su contenido constituyen los tipos de actividad que realiza el sujeto y las relaciones en que se enmarca su vida. Asimismo, por su forma, son las maneras en que se proyectan e inciden sobre el sujeto: directa e indirecta, incluyéndose a su vez, la autoeducación.
El proceso de formación de valores propiamente exige considerar innumerables factores y aspectos que lo condicionan, intervienen y se manifiestan en el mismo proceso. Ello sólo se logra desde un enfoque que lo aborde en su integralidad y su carácter multifacético.
Desde este punto de vista, hay que considerar ante todo, como premisas esenciales que: forma parte de un proceso más complejo y más amplio: la formación de la personalidad y por tanto de la educación al constituirse aquella en la finalidad esencial de esta, en consecuencia, es susceptible de ser pensado, proyectado y diseñado desde la escuela, como sistema de interinfluencias y especialmente, desde la labor del maestro.
En esta medida se desarrolla atendiendo a determinados presupuestos, que de olvidarse se corre el riesgo de comprenderlo de forma abstracta y alejado de las condicionantes que impone la realidad en que se desarrolla.
Nos ayuda en nuestra labor tener en cuenta tales presupuestos, tanto los históricos-culturales, los contextuales, como los individuales; esto ayuda a ubicarnos y a hacer terrenal nuestra labor, estos, entre otros, deviene en presupuestos insoslayables en el proceso de formación de valores, constituyendo en consecuencia exigencias a atender en su desarrollo. Así mismo la formación de valores encierra un conjunto de interrogantes a través de las cuales se expresan sus diversas dimensiones, la relación entre lo proyectivo y lo real, su carácter multifactorial.
Desde el ¿por qué? hasta el ¿para qué?, el proceso de formación de valores abarca un conjunto de cuestiones que revelan el espectro que lo caracterizan.
Así, las relaciones espacio-temporales se manifiestan a través del ¿dónde? y el ¿cuándo? Se trata de comprender la temporalidad y permanencia de su significación y por otro lado, de fijar dónde se lleva a cabo el proceso. De aquí se deriva entonces la cuestión de los factores que intervienen en el proceso estudiado. Plantearnos el ¿quiénes? exige comprender, de antemano, el papel protagónico de la familia y de la escuela.
La aproximación al proceso de formación de valores, desde la escuela teniendo en cuenta tales presupuestos y problemas, requiere comprenderlo desde su proyección hasta el control.
Ante la exigencia que la sociedad nos impone desde nuestro modesto lugar y papel como parte de un colectivo de educadores, debemos enfrentar esta tarea dándole solución a las grandes y complejas interrogantes, teniendo en cuenta nuestras debilidades y fortalezas y aspirando al logro de nuestros objetivos sin olvidar que se trata de la parte más sensible de nuestra sociedad: niños, adolescentes y jóvenes, en fin, seres humanos portadores de algo más valioso como la espiritualidad.
No olvidemos entonces la necesidad de descubrir en nuestras raíces de pensamiento y práctica pedagógica, las "claves" para la realización de nuestra labor. El pensamiento elaborado por diversas generaciones en nuestras tierras de América, constituyen un legado imperecedero que vivirá en nuestra propia experiencia.
La formación del hombre que enfrentará los retos que nos impone este nuevo siglo, exige desde una óptica axiológica, incursionar en el mundo espiritual del ser humano, en las diferentes etapas de su desarrollo.
Referencias bibliográficas:
- José Ramón Fabelo, Los valores universales en el contexto de los problemas globales de la humanidad. Revista Cubana de Ciencias Sociales. Número 28. 1994.